lunes, 24 de febrero de 2014

Máscaras






Oculto tras la máscara de forma sutil
sin remilgos, escondemos
lo que somos, y pretendemos,
con inocencia infantil,
que nadie más que nosotros sabe
lo que guarda nuestra mente, nuestra ánima.
Pues creemos con certeza cándida
que nuestros ojos no son espejos,
que nuestro rostro no es un reflejo,
que nuestros gestos no nos delatan.
Y así vamos por la vida, como niños incautos
que sonríen con inocencia
negando lo que es evidente:
que nos comimos el chocolate.


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